Canciones viejas

I’ve loved, I’ve laughed and cried,tumblr_m26obc0rhj1r6xvfko1_1280
I’ve had my fill, my share of losing.
(My way)

Esto es una cosa insustancial, de domingo de resaca, pero siempre he pensado que My way ni siquiera es una buena canción. Aparte de un par de líneas que dan vergüenza ajena, y me refiero a todo ese rollo de morder, escupir y tragar, hay un tufo condescendiente y bravucón en esa confesión chulesca de lo hice, sí, y lo hice a mi manera. My way solo es buena cuando la canta Frank Sinatra: el hombre posee, a la manera elegante de los gatos, que son sin pretenderlo, la indiferencia y la desgana necesarias para enlazar cada palabra con ese fraseo suyo y esa garganta que sabe lijar y también ser suave, para hacer daño sin sacarse las manos de los bolsillos. Hay que ser Frank Sinatra para cantar My way y no parecer gilipollas.

Luego está El moribundo, que es una canción que cantaba Jacques Brel, una cosa de dos minutos y medio que no se da excesiva importancia a sí misma y posee a su pesar un extraño aliento poético. Esa canción dice unas pocas cosas sencillas que siempre se han dicho con la cabeza sobre una almohada sudada, entre toses y fiebres, y convierte la muerte en lo que realmente es: un asunto cotidiano. Yo también quiero irme con las flores y con el alma en paz, y bailes y risas, sabiendo que al final cada uno coge el tren cuando puede. Todas las grandes canciones tienen algo de confesión. Y mi pobre Jacques, que era belga y se murió en el Pacífico, anticipaba sin quererlo sus propios estertores en el monólogo final de un tipo al que la muerte lo agarra en mitad de la primavera.

No son canciones tristes. Son despedidas. Y las despedidas son siempre desesperadas. Cuando uno dice adiós debajo siempre late un recuérdame. Un no te olvides de mí cuando ya no venga por las tardes. My way ensalza con soberbia la gloria de haber sido. Le moribond levanta la mirada y se maravilla  de haber vivido. My way quiere un aplauso. Le moribond solo quiere la brisa en el pelo una última vez. Las dos poseen un algo de rebelión y victoria.

A mí me gusta mucho Frank Sinatra. Y me gusta mucho Jacques Brel. Los dos poseían la facultad de cantar una canción y volverla vieja. La hundían en el polvo de sus dos voces, la ungían con humo y ceniza y tabaco y de pronto parecía que esa canción siempre había estado ahí, encajada en el sustrato del hombre.

Hay más canciones. Siempre hay canciones. Eso es lo bueno: que nunca se acaban. Cantar siempre fue resistir un poco. 

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